lunes, 30 de enero de 2012

EN LA ESQUINA IZQUIERDA


“En la esquina izquierda, en la esquina izquierda” vamos pensando mientras recorremos las pasarelas de madera a paso ligero. El corazón late deprisa y al fondo vemos el mar. Llegamos a la playa, bajamos por las gradas hasta pisar la arena, últimos pasos y nos sentamos en la esquina izquierda.
Quedan aún 2 horas para que anochezca, son las 19:04. Charlamos, miramos cómo llega la gente y llenan los espacios vacíos, comentamos la jugada “¡qué rápidas hemos sido!”, seguimos charlando, pero de reojo no perdemos de vista el romper de las olas. Nos ponemos nerviosas.
Esa  mañana conocimos a Jérome, Natalie y a sus 3 hijos desayunando en un parque. Jérome nos pregunta:
-          ¿Y cuánto tiempo lleváis viajando?
-          Nueve meses – respondemos poniendo cara de “qué pena que vosotros sólo tengáis un mes de vacaciones”.
-          ¿Y vosotros? – preguntamos por cortesía.
-          Mmmmm… 3 años – dice Natalie haciendo cálculos mentales.
-          ¡Uauh! – y ponemos cara de póker, esta vez de verdad.
-          En barco  - remata Jérome.
-          Vale, somos unas novatas – concluimos.
Sus dos hijos menores, nos contaban, han pasado más noches en el barco que en tierra firme. Han dado la vuelta al mundo y conocen los secretos de muchos países. Cuando no están navegando viven en la Polinesia Francesa o en Nueva Caledonia donde los adultos trabajan y los niños van a la escuela. Podéis seguir su aventura en Namaka Boat. El caso es que como ellos habían llegado a Phillip Island, al sur de Melbourne (Australia), un día antes que nosotras nos dieron algunos consejos, entre ellos sentarse en la esquina izquierda.
Qué nervios, el sol empieza a ponerse y la playa empieza a quedarse en la sombra. Son las 20:45. La gente se alborota, se levantan, comen, hablan con los vecinos, gritan. Las 21:00, ya ni nos miramos, tenemos los ojos clavados en el agua. De pronto una voz por megafonía empieza a darnos instrucciones: a partir de ese momento no se puede hablar, ni moverse y, por supuesto, las cámaras siguen prohibidas para todos los que no tenemos un permiso especial. Se hace el silencio y se enciende un foco con una luz tenue sobre la playa.
Estamos tan concentradas en las olas que de vez en cuando tenemos que parpadear para no ver borroso. De pronto la resaca de una ola deja entrever una sombra  negra, no, ¡son dos! Un par de olas más y las sombras se incorporan y pasan a ser torsos blancos. Nos estremecemos y se oye un “¡oh!” general en voz baja. Son los dos primeros pingüinos que se atreven a salir del agua ante tanta expectación. Uno decide recular y adentrarse de nuevo, el otro avanza cautelosamente hacia una duna de arena que nos queda a dos metros. “La esquina izquierda” pensamos mientras nos pasa el primer pingüino pigmeo por delante…
Giramos de nuevo la cabeza hacia el agua y nos damos cuenta que la orilla se ha llenado de sombritas negras que se van convirtiendo en torsos blancos. Hay 10, 20, 30… nos descontamos. En grupos de unos diez los pequeños pingüinos (son los más pequeños del mundo y miden unos 30 cm) siguen los pasos del primero y suben por la duna. ¿Qué pasará detrás?
Al cabo de un rato, perplejas ante la orilla, nos levantamos y volvemos a las pasarelas de madera por las que habíamos entrado sin fijarnos que estábamos cruzando un banco de dunas cubiertas por densos arbustos que albergan centenares de nidos.
Hay pingüinos por todas partes, se mueven, se paran, tropiezan, se pelean, parecen perdidos. De fondo un sonido como el llanto de un niño, son las crías que llaman a sus padres. Poco a poco las familias se van encontrando y los padres, que han estado todo el día buscando comida en aguas del Estrecho de Bass, regurgitan para alimentar a sus crías y después se meten en el nido.
Han pasado 2 horas desde la salida del primero y aún hay pingüinos por todas partes. ¡1131 leímos al día siguiente! Pese al frío, al cansancio y al hambre nos quedamos 1 hora más para contemplar ese espectáculo único en el mundo que nos recuerda que hace millones de años Australia formaba parte de la Antártida.

5 comentarios:

  1. ¿1131? Casi nada. ¡Qué gran espectáculo! Gracias por compartirlo con nosotros.

    Yo he propuesto varias veces viajar en barco por el mundo, pero el comité de evaluación no da el visto bueno... Habrá que seguir insisitiendo.

    Petons!

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  2. Gracias a vosotros por hacernos sentir tan bien. No sé lo que dirá el comité de evaluaciòn, pero aquí hay dos que se apuntan!

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  3. Que linda experiencia chicas!!!! como se llama la playa? besos!!!

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  4. Es en la reserva natural de Phillip Island, en el estado de Victoria, Australia...no tiene pérdida!

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