Entre Australia y New Zealand pasamos 3 meses viviendo en
una furgoneta, aprendimos a conducir por la izquierda, a alargar el tiempo, a
aprovechar al máximo las horas del día. Condujimos más de 12.000 km entre
paisajes diferentes, memorables, inolvidables y nos acostumbramos a vivir sin
electricidad, sin ducha, en compañía de los eucaliptus, koalas, canguros…
Australia, con todos sus peligros, tan grande como cercana,
tan extraña como familiar, con su “no worries mate!” que tan bien define a sus
habitantes. Y New Zealand, el punto más alejado de casa, tan extraterrestre
como natural, tan hermosa como diferente y sobretodo tan segura…no hay grandes
depredadores ni criaturas que te fulminen con su veneno.
De pronto viajamos en el tiempo y llegamos a los
archipiélagos más inaccesibles del mundo. Todo cambió, se acabó el frío, los marsupiales
y las furgonetas; pero a cambio nos regalaron frutas tropicales, lagunas
turquesas, moais de piedra y peces de colores. Nos sentimos afortunadas de
haber pisado 5 de las islas más hermosas del Pacífico: Tahiti, Huahine,
Raivavae, Moorea y Rapa Nui.
Islas aisladas, con carácter, cultura, ukeleles y tatuajes.
Con las mismas raíces, pero diferentes porvenires, unas francesas, otras
chilenas, pero con la misma voluntad de conseguir algún día su autonomía y
conservar sus tradiciones, lengua y cultura ancestral. Porque vinieran de
Taiwan o de la Atlántida perdida los polinesios son un mundo aparte.
Damos gracias a todos aquellos que nos han ayudado a llegar
tan lejos: Humbert, Natasha, Marta y todos aquellos que nos hemos cruzado en
nuestro camino Oceánico y nos han acompañado hasta un poco más allá.
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