¿Por dónde empezamos?...va, por el nombre. New Zealand proviene de las palabras en holandés Newn (nuevo) Zea (mar) Land (tierra), pero aunque los holandeses la bautizaron ni ellos ni los ingleses, que más tarde la convertirían en colonia, fueron los primeros en llegar a estas nuevas tierras del mar. Aproximadamente en 1200 d.C. grupos de Maorís provenientes de la Polinesia se asentaron en estas tierras tan repletas de animales poco habituados a la caza que ni siquiera en los primeros tiempos tuvieron necesidad de desarrollar ningún tipo de cultivo. Tal vez debido a la cantidad de proteínas de su dieta, los Maorís evolucionaron a una raza grande y fuerte. Pero ni su fuerte complexión, ni su condición de guerreros ni el hecho de ser caníbales les libró de la llegada y asentamiento de los europeos.
A diferencia de Australia, quizás por el tamaño del país, por su carácter o por haber luchado por sus derechos desde el principio, los Maorís conservan de manera oficial y destacable tanto su lengua, como su cultura aunque también hay que decir que se han adaptado mucho mejor a la modernidad instaurada por los ingleses que los aborígenes australianos.
De todas formas, no nos extraña nada que tanto las tribus del pacífico como los europeos se encariñaran de esta tierra. Para nosotras los paisajes son únicos por su geometría, su color y su textura. Nuestra ruta empezó en la desaparecida ciudad de Christchurch hacia el sur. La costa este es llana y está llena de riachuelos del color de los glaciares que desde ahí no ves. Las playas son salvajes, con extrañas formaciones rocosas y en ellas habitan pingüinos, leones marinos, focas y miles de especies de pájaros diferentes.
De todas formas, no nos extraña nada que tanto las tribus del pacífico como los europeos se encariñaran de esta tierra. Para nosotras los paisajes son únicos por su geometría, su color y su textura. Nuestra ruta empezó en la desaparecida ciudad de Christchurch hacia el sur. La costa este es llana y está llena de riachuelos del color de los glaciares que desde ahí no ves. Las playas son salvajes, con extrañas formaciones rocosas y en ellas habitan pingüinos, leones marinos, focas y miles de especies de pájaros diferentes.
En este escenario tuvimos el placer de pasar unos días con Bea y Jordi (www.lavueltaalmundodebeayjordi.com), y aunque nuestras rutas iban en direcciones opuestas, improvisamos un round trip al más puro estilo de Lord of the Rings. Lo que más nos gusta de acampar en Nueva Zelanda es que a parte de algún Hobbit enfadado no hay ningún animal que te pueda fulminar en segundos como pasa en Australia, así que no temes poner el pie entre matorrales o levantar piedras, lo único que te puede matar aquí es el frío…pero hay que tener en cuenta que más al sur de New Zealand sólo queda la Patagonia.
Así que con manta nueva y sin Bea y Jordi, decidimos hacer la Southern Scenic Route desde Dunedin hasta Te Anau entre ovejas, bosques y nuestra cara de alucinadas. ¿Puede un país ser tan diferente en sí mismo? Parece que sí, y aquí no se acaban las diferencia…la carretera de Te Anau a Milford Sound (el único fiordo al que se puede llegar por tierra) es la más colorida, diversa y impactante que hemos hecho nunca, eso sí…hay que hacerla a las 8 de la mañana, sino pierde color.
Así que con manta nueva y sin Bea y Jordi, decidimos hacer la Southern Scenic Route desde Dunedin hasta Te Anau entre ovejas, bosques y nuestra cara de alucinadas. ¿Puede un país ser tan diferente en sí mismo? Parece que sí, y aquí no se acaban las diferencia…la carretera de Te Anau a Milford Sound (el único fiordo al que se puede llegar por tierra) es la más colorida, diversa y impactante que hemos hecho nunca, eso sí…hay que hacerla a las 8 de la mañana, sino pierde color.
Llegados a este punto, costa, bosques, animales marinos y fiordos nos quedaba un gran tema que abordar: las MONTAÑAS. Y con estas montañas repletas de glaciares, los lagos claro. Unos lagos de un color cielo intenso debido a los sedimentos de rocas que algún día dejaron las antiguas glaciaciones. En el Mount Aspiring National Park visitamos algunos de los glaciares que sobreviven permanentemente en lo alto de los Alpes Neozelandeses, y en el Mount Cook National Park pudimos casi tocar icebergs flotando en un lago gris en el Hooker Valley. El remate final, un bañito helado en el lago Tekapo.
Como a la Isla Sur no le podemos pedir más, nos vamos a la Isla Norte…
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