sábado, 2 de julio de 2011

OI, TUDO BEM?


Cuando vuelas con un avión por África al anochecer y miras por la ventanilla lo único que ves son pequeñas hogueras repartidas por el territorio, y no son incendios, aunque algunas desgraciadamente lo acaban siendo.
Las “queimadas”, como las llaman en Moçambique, son provocadas por los campesinos con diferentes intenciones: para quemar las malas hierbas, para preparar las “maxambas” (terrenos de cultivo) que los hombres regalan a sus distintas esposas y para cazar la "ratasana", de donde procede la carne que comen.
Controladas o no, las “queimadas” acaban con hectáreas y hectáreas de bosque primario que nunca más volverá a regenerarse y eso perjudica tanto a los productores de madera, como a todo nuestro ecosistema potenciando el cambio climático. Y aquí reside el gran problema ¿Cómo cambiar estas prácticas sin perjudicar al autoabastecimiento con recursos limitados de los locales? ¿Difícil verdad?

Nosotras tuvimos la suerte de poder pasar una semana en un bosque primario, concesión de la maderera Euromoz, en un campamento realmente cuidado, acompañadas de los atentos trabajadores de la empresa, su dueña Ana Alonso y miles de árboles de diferentes especies: Panga-Panga, Vengué, Acacias, Baobabs, Sándalo… Además de poder pasear por las vías abiertas de la concesión, ver los mejores atardeceres y comer a la luz de la hoguera, la experiencia nos sirvió para conocer de cerca la relación empresario europeo/trabajador local… lo que nosotras hemos bautizado como la “nueva colonización”. Una experiencia agridulce que hace que nos replanteemos de nuevo si tenemos que interferir en sus vidas o tenemos que dejar que el pueblo africano se desarrolle a su manera y a su tiempo.

Tras esta gran experiencia, una parada técnica en Caia, muchas horas de frío en un autobús y otras tantas de calor en la xapa que decidió dejarnos tirados a unos cuantos kilómetros de nuestro destino, por fin llegamos a Ilha de Moçambique. El esfuerzo valió la pena.


Ilha de Moçambique fue la ciudad más esplendorosa durante la colonia portuguesa, hasta fue la capital del país, pero también fue un puerto de esclavos. Actualmente la UNESCO la ha declarado patrimonio mundial. Uno de los criterios para otorgarle esta distinción ha sido el siguiente:
“La ciudad y sus fortificaciones de Ilha de Moçambique y la pequeña isla de S. Lourenço, es un ejemplo excepcional de una arquitectura en la cual las tradiciones locales, la influencia portuguesa y, un poco menos, influencias indias y árabes están entrelazadas”.
Es una isla, pero está unida a la costa por un puente de casi 4 km. Toda su historia sigue viva en sus calles y sus edificios decadentes, la atmósfera mágica que envuelve toda la isla te hace pensar que el tiempo se ha parado. Pero lo mejor de Ilha son las sonrisas de los niños.

Después de nuestros días en Ilha empezó la odisea para ir hasta Moçimboa de Praia, la última población importante antes de llegar a la frontera con Tanzania. Pero los detalles de este viaje y del que le siguió merecen un post exclusivo.
Moçimboa de Praia es una pequeña población de pescadores con unas playas bonitas per poco cuidadas. El turismo es escaso pero mientras negociábamos en una gasolinera nuestro próximo transporte, apareció Pere, un catalán que hacía nuestra ruta en sentido contrario. Así que intercambiamos consejos y tarjetas SIM.

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