¿No leíais de pequeños libros sobre los misterios de una
isla perdida en el Pacífico llena de enormes y misteriosas caras de piedra?
Nosotras sí, y ese recuerdo siempre ha quedado en nuestra memoria. Para
nosotras era imprescindible llegar hasta ella y descubrir si esos misterios
eran fruto de la imaginación de un escritor con anhelos aventureros o si la
realidad aún es capaz de superar la magia de lo imaginario.
Esa isla se llama Rapa Nui y es el montón de tierra más alejado
de cualquier otro montón de tierra del mundo. Según la leyenda, la isla es
fruto de 4 erupciones volcánicas, 3 que formaron una enorme isla cuadrangular y
una cuarta que desprendió una parte dejándola para siempre bajo el agua. La
forma resultante, un triángulo de cantos rodados por la erosión del romper de
las olas, es posiblemente la explicación de su población hace siglos, los
triángulos atraen corrientes marinas.
Pero Rapa Nui esconde otro misterio. Rano Raraku es la
cantera donde los Rapa Nui tallaban las esculturas directamente en la ladera
del volcán, de una sola pieza. Hasta aquí vale. Cada “moai” representaba a una
persona importante de la tribu y se colocaban sobre los “ahu”, altares de
piedra, para proteger al grupo. Cuando una de esas personas moría ese “moai”
era substituido por otro y con el primero hacían nuevas piezas para siguientes
“ahu”. Hasta ahí clarísimo.
El misterio es el siguiente: en una isla volcánica desprovista
de árboles, es decir de madera y de cuerda para hacer sistemas de poleas o de transporte,
¿cómo se explica que haya “moais” de piedra, de hasta 21 m y de una sola pieza
repartidos por su territorio? Las respuestas a todos estos misterios se
encuentran en unas tablillas de escritura antigua, el Rongo Rongo. De momento
nadie las ha sabido descifrar…
La gente piensa que dedicando 3 o 4 días a Rapa Nui hay
suficiente para descubrir todos estos misterios, nosotras le dedicamos 7 días y
nos quedamos con la sensación de necesitar un mes más…En Rapa Nui hay cosas
mágicas y pasan cosas mágicas. Dedicamos un día entero a situarnos y sobrevivir
a una tormenta tropical dentro de la tienda de campaña en Hanga Roa, el único
pueblo que existe en la isla actualmente y donde el gobierno chileno obligó a
instalarse a la totalidad de la población hace unas décadas para poder alquilar
el resto de la isla a un empresario inglés que quería desarrollar su negocio de
ovejas…en respuesta los Rapa Nui se las comieron todas.
Cuando finalmente decidimos empezar nuestra ruta por la isla
empezaron los imprevistos. Nuestro rumbo hacia el volcán Rano Kau se desvió
hacia un curanto público, donde conocimos a Mataika, Pabla y Arturo. El curanto es una manera de cocinar muy
tradicional para los Polinesios, consiste en cocer carne, pescado y vegetales
en un hueco en el suelo con piedras volcánicas calientes, haciendo capas según
cocción con hojas de plátano. El curanto
abrió las puertas a toda clase de sorpresas: fuimos a ver los “moais” con la
luna llena, conocimos a Daisy y Francisco, unos chilenos encantadores con los
que nos “echamos unas risas” y comimos muchos mangos y compartimos buenos
momentos con Napo y su familia…
Llegó el penúltimo día y tantas sorpresas no nos habían
dejado tiempo para ver las danzas tradicionales, aunque pensándolo bien seguro
que habríais votado ir a ver los “moais” de noche, ¿no? Nos esperaba un curanto
casero exquisito con pez sierra, bacalao, costillar de cerdo, poe, taro y mandioca.
La mejor despedida que nos podía dar una isla que en vez de un adiós nos dedicó
un gran hasta pronto. El quinto continente nos esperaba….y zarpamos hacia
Chile.
