viernes, 6 de abril de 2012

EN LA ISLA NORTE DE NEW ZEALAND


Hasta el momento se han propuesto 3 teorías sobre la población de las islas del pacífico: la primera defendía que en épocas glaciares las islas pertenecían a un gran continente posteriormente sumergido (geológicamente rebatida); la segunda defendía una migración masiva de los indígenas asiáticos y una minoría de americanos (antropológicamente rebatida) y la tercera y que ha sobrevivido hasta hoy, pese a que sigue siendo sólo una teoría, habla de una migración muy lenta desde el sureste asiático.


Se cree que la migración no fue masiva ya que se tardaron más de dos siglos en definirse la cultura polinesia que se asentó en la isla de Samoa. Asentada y desarrollada la cultura polinesia, Mahori en su lengua, siguió explorando el pacífico en busca de nuevas fuentes de alimentos y riquezas. Una a una fueron desembarcando en todas las islas del pacífico, guiándose por las estrellas y las migraciones de tortugas. Las últimas y también las más grandes de las islas a las que llegaron fueron la isla norte y sur de la rebautizada New Zealand hace tan sólo 800 años.


La isla norte de New Zealand no es tan extraterrestre como la sur a primera vista, hace falta recorrerla para descubrir sus encantos. Empezamos por Auckland, la capital, una ciudad con cierto encanto en la que encontramos a la que sería nuestra nueva compañera de viaje durante los siguientes 10 días, Natasha. Ella consiguió todo el material de acampada que necesitábamos para nuestra aventura en coche: tienda, mantas, cacharros de cocina y gas. Sólo nos faltaba esperar que no lloviera.

Y llovió…en Raglan, nuestra primera parada. Una encantadora zona de costa con arena negra, cascadas y montañas redondas. Por suerte sólo llovió por la noche, así que pudimos disfrutar del mar helado para hacer surf free style sin tabla y visitar los alrededores.


Pero la lluvia se quedó tan sólo en una anécdota porque ni el sol que nos acompañó hasta el final ni las mantas nos salvaron del frío de las cotas más altas de la isla, Tongariro National Park. El parque nacional más antiguo del país formado por una zona volcánica aún activa que da lugar a los mejores colores, paisajes y lagos de la isla norte que pudimos visitar en dos días de treking, posiblemente de los mejores que hayamos hecho nunca, en especial la ruta Tongariro Alpine Crossing. Un escenario perfecto para emplazar las tierras de Mordor y que visitamos siguiendo vuestras votaciones.


Cansadas, pero contentas decidimos poner rumbo a una zona más cálida como recompensa: Lago Taupo y Rotorua. Pese a ser un enclave turístico, con  casi todos sus atractivos privatizados a los que, por supuesto, no pretendíamos financiar, disfrutamos del amanecer en el lago, los rápidos de la Huka Fall y un baño muy caliente en una zona secreta que aún es pública.

El Taupo no es el único lago de la zona, es el más grande eso sí, pero si te paseas por el valle volcánico encuentras otros lagos desolados perfectos para acampar, nosotras escogimos el Rerewhakaaitu, con este nombre se lo merecía!


Y entre lagos y risas nos dimos cuenta que ya estábamos llegando a la etapa final de nuestra aventura por New Zealand y que nos quedaba un día para conducir de vuelta hasta Auckland y coger un avión que nos mandaría 23 horas atrás en el tiempo, a Tahiti. Y para celebrarlo un cena especial con piscina de agua caliente incluida en la remota población de Miranda: curry de garbanzos, chapati y vino local…

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