jueves, 17 de noviembre de 2011

MAY SUM KA! LA ETNIA DE LOS SHAN

“En este país, los políticos se diferencian por tener los estómagos y las bocas muy grandes”. Nos decía nuestro guía mientras cruzábamos un poblado Shan. Myanmar es un país que ha permanecido cerrado al exterior durante muchos años. Hace tiempo, unas cuantas entidades bancarias extranjeras abrieron sucursales en el país, pero delante de una fuerte crisis económica nacional cerraron puertas y se fueron bien escarmentados. Desde entonces, tanto Europa como Estados Unidos han impuesto elevadas sanciones al país y, claro, ara que se abren a la inversión exterior, no somos economías bienvenidas. Esto se traduce en que ninguna empresa europea o americana puede instalarse en territorio bamar. y sabéis quien ha aprovechado la jugada y ha monopolizado todos los mercados, ¿verdad? La imparable y además vecina China.

El gobierno de Myanmar, militar y autoritario, tiene muy buenas relaciones con China y eso disgusta a la población que ve impotente como unos ganan y ellos pierden. Las empresas chinas están explotando concesiones forestales, compran a precios irrisorios la mayor parte de la producción de cereales y arroz y está llenando el país de gaseoductos (con la expropiación de terrenos que eso conlleva) directos hacía China. A cambio (¿?) construyen carreteras, que el gobierno bamar llena de peajes, y engrandece los estómagos de los gobernadores. El problema no reside sólo en esta explotación sin límites, el problema real es que China trae a todos los trabajadores de su país lo que se traduce en una población china de clase media-alta en aumento y una población local cada vez más empobrecida y furiosa.
Nos gusta escuchar a la gente de aquí, son precavidos, nunca lo hacen delante de nadie, así que la montaña siempre es un buen lugar para hablar o una buena excusa para no ir a votar en unas elecciones en que la única candidata que lucha por la democracia en este país Aung San Suu Kyi (Premio Novel de la Paz en 1991), está en prisión, después de 14 años de arresto domiciliario, por haber alojado a un estadounidense en su casa sin permiso del gobierno…¿o quizás será por no aceptar la libertad a cambio de su exilio y por ser hija de Aung San, un héroe nacional asesinado por conseguir la libertad para este país?
Tanto Hsipaw como Pyin Oo Lwin se encuentran en unas montañas al noreste de Manadalay a más de 1000 m de altura, el sitio perfecto para disfrutar del aire fresco y de cubrirse con una manta por la noche, además es una zona llena de secretos.

En Hsipaw conocimos a la encantadora Sra. Kimienti, antigua maestra y productora de palomitas que había decidido tener una vida menos cansada, a sus 60 años se lo merece, y compartir su jardín, sus zumos, sus guisados y sus vivencias con quien sepa llegar hasta su casa que se esconde entre árboles y muebles hechos con bambú. Cerca, un monasterio construido enteramente con madera de teka que alberga a un enorme buda hecho con bambú. Y alrededor, un montón de estupas de la época de Bagan, no tan numerosas, pero igual de bonitas. En este bonito pueblo conocimos a Magali, una parisina muy risueña con la que pudimos intercambiar mucha información de nuestros viajes que, desafortunadamente,  están yendo en dirección contraria. También compartimos tardes de charlas, tés, chapatis y degustación de todo tipo de platos nuevos…ya la echamos de menos…
También el río Dokhtawady esconde maravillas detrás de sus orillas, monasterios con centenares de monjes, plantaciones de naranjas, piñas, maíz, berenjenas… y decenas de pequeños poblados de las etnias Shan y Palaug a las que sólo se accede por agua o en tren. ¿Tren?
Sí sí…¡tren! Por fin encontramos un tren aún en funcionamiento. Lento, vale, y un poco incómodo, pero no nos arrepentimos de haber destinado 7 horas (para 100 km) a disfrutar de un recorrido único y espectacular. Y lo mejor…entre montañas, valles y prados cruzamos el viaducto de Gokteik construido en 1903 en acero, el segundo más alto del mundo…¡impresionante!

Y ya en Pyin Oo Lwin, a 1050 m sobre el nivel del mar y con el jersey puesto, decidimos destinar aquí nuestros últimos días en Myanmar. Esta ciudad también esconde secretos…¡hay un pequeño establecimiento dónde sirven leche fresca y todos sus derivados! Nadie hable inglés aquí, pero con gestos nos explican que tienen otro establecimiento fuera de la ciudad. Se nos ilumina la cara, ¿será esa granja que vimos pasando con el autobús dirección Hsipaw?. Hay que llegar hasta ahí. Conseguimos alquilar una moto destartalada a un indio y recorremos 10 kilómetros de carretera entre camiones hasta que de pronto…¡un cartel con una vaca nos anuncia que hemos llegado! Afortunadamente conocemos al propietario que habla inglés, y nos explica que hace 5 años decidió montar un espacio para degustar los productos de su granja y sus cultivos de todo tipo de vegetales. Le felicitamos, es un sitio precioso y se llama December, lo único escrito en nuestro alfabeto.

Parece que en Pyin Oo Lwin la cosa va de jardines…en 1915 unos botánicos ingleses montaron aquí un jardín botánico de 176 ha con todo tipo de especies de árboles, flores, orquídeas, aves y una buena colección de fósiles encontrados en la región. La excursión nos tomó un día entero, entre llegar andando (siempre todo está más lejos que lo que parece en los mapas), visitar detenidamente cada rincón del jardín, llegar hasta la torre para ver las vistas panorámicas y volver, empezó a anochecer.

Y de las montañas a la sofocante ciudad de Yangon para coger el avión a Bangkok y encontrarnos ahí con la esperada visita de los padres de Aleyda y empezar nuestra ruta por la costa y las islas tailandesas. ¡La playa nos espera!

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